jueves, 21 de julio de 2011

Sopa de gato. III

El canasto y la olla.

Una no sabe que decir en estos casos, yo me resigné, total dentro de poco me podré escapar de noche por el barrio y sobre algún divino tejado me encontraré otro mozo gato que me maullará y me traerá un pedazo de pescado y bajo la Luna de los Gatos me hará llorar de dicha como si fuera un bebé recién nacido que respira por primera vez el soplo de la vida, y aquel canasto debajo del fogón volverá a llenarse de gatitos, pero por ahora, no puedo partirle el corazón a esta pobre niña, por eso me le quedo mirando como ausente y le paso mi espalda encorvada por las piernas y me dejo tocar la cabeza y le ronroneo un poco cada vez que trata de ocultarme que en esa olla, (en la que su madre ha puesto un poquito más de agua tratando de conseguir otras dos raciones), hay una sopa ya muy insípida, llena de pelos que no les va a sustentar por mucho tiempo, y me dice: -¡ven Misinga!, y me acurruca entre sus brazos y me canta canciones de cuna para que yo no me ponga triste recordando como maullaban mis gatitos cuando bailaban en el agua hirviendo…

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