jueves, 21 de julio de 2011

Sopa de gato. II

Tres colas.

-¡Que linda mi niña!, ella nunca dice nada, quisiera tener yo ese mismo temple, no derramó ni una sola lágrima cuando echó en una caja de cartón todas sus muñecas aún sabiendo que se irían el lunes por la mañana en el camión de la basura, no hizo ni una sola pregunta acerca de su padre aún cuando el muy bastardo le había prometido que solo iría a la esquina a comprar cigarrillos y ella sabe muy bien que en la farmacia ni venden cigarrillos ni uno se tarda meses en ir y venir, y mucho menos se puso triste cuando tuve que explicarle que dentro de muy poco su mamita linda no iba a estar con ella porque estaba muy enferma y tenía que irse muy largo de viaje a curarse y que no volvería pronto, aún sabiendo que el cáncer ya me había comido todo por dentro, y que no me quedaba mucho tiempo de vida, pero si me partió el corazón cuando la ví explicándole a su gata Misinga que no le podía servir un poquito de sopa en su plato por que quedaba muy poquita y no alcanzaba para nosotras tres, cuando en realidad no quería que a la pobre gata se le partiera el corazón cuando como a ella, al lamer del plato le saliera un pelito o algunos pedacitos de cola y se diera cuenta por qué el canasto donde tenía a sus gatitos estaba vacío, y la consolaba cantándole canciones de cuna…

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